Ubicado entre el Paseo de Colón (en su confluencia con la Calle Reyes Católicos) y la Plaza del Altozano (Triana), tiene la misma situación que el antiguo Puente de Barcas.

El origen del popular barrio de Triana data al menos de la época de los romanos, puesto que se han encontrado vestigios arqueológicos en la zona que lo confirman. De hecho, el propio nombre del lugar, Triana, tiene su etimología en el latín, aunque hay varias versiones, dependiendo del autor. Así, según unos sería una evolución de “Traiana”, nombre que habría recibido por haber sido fundado el asentamiento por el emperador Trajano.
Otra versión dice que es el resultado de unir los términos “Tri” (tres en latín) y “Ana” (río en celtíbero), puesto que el poblado se estableció en la zona donde el río se dividía en tres ramales. Asimismo, hay quienes consideran que Triana es la evolución de “Trans anmen”, que significa “más allá del río”, en latín, puesto que como es sabido esta es la ubicación del barrio, al otro lado del río respecto a Sevilla.
Sea cual fuere el origen, sí es conocido que en época del Imperio Romano ya se estableció esta colonia, que tenía una función defensiva así como comercial, de paso de entrada a Hispalis. Este carácter se potenció en tiempos de Al-Ándalus, época en la que Triana comenzó a crecer, ya que para cruzar a Sevilla los invasores tenían que atravesar el poblado y pasar por el puente de las barcas. Así hizo Fernando III, al reconquistar para los cristianos la ciudad en 1248.
En tiempos de los Reyes Católicos, se estableció en Triana la sede de la Inquisición, que permaneció allí hasta mediados del siglo XVII. En esta misma época, el barrio sufrió una plaga de peste, provocada porque las constantes crecidas del Guadalquivir, unida a la pobreza, dejaron el caldo de cultivo idóneo para que se propagase esta enfermedad.
Triana ha sido tradicionalmente un barrio obrero, habitado por alfareros y marineros. Con el tiempo, ha visto crecer también entre sus calles a grandes artistas del flamenco. De hecho, tiene un estilo de cante y baile propios, reconocidos. Pasear por sus calles es, pues, una buena forma de recuperar buena parte de la historia y la tradición de Sevilla.
Triana tiene mucho que ver y mucho por dónde moverse, pero algunos de sus enclaves son de visita obligada. Empezando por el Puente de Triana, como lo conocen todos aunque su verdadero nombre sea Puente de Isabel II, que sustituyó a mediados del siglo XIX al antiguo puente de las barcas, y que comunica al barrio con el centro de la ciudad; o por el Castillo de San Jorge, de época visigoda pero conocido sobre todo por haber sido la sede de la Inquisición durante dos siglos.
SITIOS DE INTERÉS
Asimismo, calles como la Betis, San Jacinto, el paseo de la O o el callejón de la Inquisición son para recorrerlas con detenimiento. También es recomendable acercarse a los talleres de los alfareros y, por supuesto, al mercado de abastos, donde se puede respirar el auténtico ambiente del barrio.
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Iglesia de San Jacinto |
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Paseo de la O |
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Callejón de la Inquisición |
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Mercado de abastos |
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Calle Betis |
TRIANEROS ILUSTRES
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Los Morancos |
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Isabel Pantoja |
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Triana |
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